La sal añadida a un alimento tiene efectos potenciadores de su sabor.
Por regla general se siente como 'salado' aquello que denominamos sales y percibimos más su sensación cuando son de bajo peso molecular, por el contrario las sales con alto peso molecular son principalmente amargas.
De todas formas, la sal más corriente en la alimentación humana, el NaCl, en disoluciones a baja concentración es percibida como dulce, mientras que a altas concentraciones es amargo, esto viene a representar un mecanismo complejo de detección sensorial e interpretación de 'lo salado'.
En algunas ocasiones se emplea el glutamato monosódico como sabor umami (bien cercano al salado).
La interrelación existente entre el sabor dulce y el salado se ha puesto de manifiesto en la abundancia de ingredientes y alimentos opuestos en las cocinas tradicionales, no obstante hay investigaciones de laboratorio realizadas sobre este aspecto[4] y se ha demostrado que también reacciona y potencia a otros sabores[1] Se ha comprobado en experimentos que los bebés suelen ser indiferentes o bien rechazan las soluciones saladas; sin embargo ya a los cuatro meses muestran una preferencia por el sabor salado.