[4] El pueblo limita con Folloso, a menos de 2 km al este.
Otras localidades limítrofes son Santibáñez de Arienza y Vegarienza en el valle del Omaña, Cirujales en el Valle Gordo y Andarraso en la ladera sur del Carbaín (1470 m).
Al sur del pueblo abundan los prados y huertas de regadío.
Los veranos suelen ser calurosos, con acusados contrates térmicos entre el día y la noche.
Las precipitaciones son algo menos abundantes que en los valles septentrionales de la cordillera Cantábrica, más sujetos a la influencia marítima atlántica.
[7] En la época prerromana, el valle del Omaña y sus alrededores estaba poblado por tribus astures.
También se conservan los restos del castro de Santa Colomba.
A pesar de los cambios económicos y sociales que tienen lugar en España partir del siglo XIX, la sociedad en Rosales cambió poco, debido al aislamiento del pueblo y a la crónica carencia de infraestructuras.
[11] La despoblación se aceleró a partir de los años 50,[12] y a principios del siglo XXI el pueblo apenas cuenta con habitantes fijos, aunque bastantes viviendas siguen en uso como segunda residencia.
Estos intercambios comerciales se producían principalmente en los mercados de Riello y el Castillo.
Sin embargo, las perspectivas económicas siguieron siendo muy inferiores a las ofrecidas en áreas urbanas e industriales.
Fue construida a finales del siglo XVIII y restaurada en profundidad en 1997.
Las campanas se utilizaban para convocar a los vecinos, usando un toque diferente para cada ocasión: para misa, rosario, llamada a concejo o facendera, aviso de tormenta, de incendio, etc.
La iglesia sustituyó a otra más antigua, situada en un monasterio dedicado a San Mateo del que hoy no quedan restos, excepto algunas losas encontradas en la ubicación del antiguo cementerio.
[17] Entre las costumbres del pueblo cabe destacar: El pueblo cuenta con una abundante tradición oral, que se ha conservado en gran parte gracias a los esfuerzos de César Morán Bardón.