Sus destinos le condujeron a varias ciudades, entre las que se encuentran Gerona (donde colaboró en construir fortificaciones militares), Barcelona o Madrid.
[1] Desde ese momento solicitó al rey con insistencia el consentimiento para seguir adelante con las excavaciones a gran escala, que le fue otorgado el mismo año, aunque con escasos medios humanos y materiales.
A partir de ese momento los hallazgos se suceden ininterrumpidamente.
[2] En 1748 inició las prospecciones de la ciudad antigua de Pompeya, que tenía como rasgo distintivo el haber encontrado la vida romana tal y como fue, con sus habitantes sorprendidos y sepultados por la erupción del Vesubio.
Esto obligó a un cambio radical en el concepto de excavación arqueológica que hasta entonces se tenía, pues solo interesaba conseguir obras artísticas para engrosar las colecciones privadas y estatales de objetos lujosos.