En la época (siglos XI y XII) el primitivo reino cristiano que inicialmente se restringía a una zona de la cordillera Cantábrica ya se había extendido hasta el Duero, y llevaba la denominación de reino de León, pero la especificidad geográfica y la pervivencia en la zona asturiana del potente Prerrománico local (el llamado arte asturiano —expresión que Jovellanos acuñó para designar genéricamente a todo lo que hoy conocemos como Románico y que posteriormente la historiografía ha restringido a los siglos IX y X—), permiten distinguir el románico asturiano del Románico leonés (dentro del que pueden identificarse zonas limítrofes, como el románico cántabro o el románico gallego).
La Enciclopedia del Románico en la Península Ibérica del Centro de Estudios del Románico identifica unas doscientas muestras de Románico en el territorio de la actual Comunidad Autónoma o Principado de Asturias; frente a las sesenta y tres que recoge del Prerrománico (diecinueve edificios, treinta y siete elementos arquitectónicos y escultóricos y siete piezas de orfebrería).
El periodo románico se prolonga en el siglo XIII con un Tardorrománico arcaizante y popular, diferenciable de las grandes fundaciones patrocinadas por la monarquía en épocas anteriores.
Iglesias y monasterios, caracterizados por sus pequeñas dimensiones y su integración en el entorno natural, se encuentran dispersos por todo el medio rural, como el conjunto de iglesias en la zona de Villaviciosa: Santa María Magdalena de los Pandos, San Salvador de Fuentes, Iglesia de San Andrés (Valdebárzana), Santa María de la Oliva, Santa Maria de Valdediós y San Juan de Amandi.
[2] Otros: San Vicente de Serrapio (Aller), Santa Eulalia de Abamia (Corao),[3] Aramil, Cornellana, Piedeloro, Priorio, Santa Maria de Villanueva,[4][5] Santo Tomas de Sabugo, San Jorge (Manzaneda),[6] San Esteban (Sograndio) o San Pedro de Arrojo.