Según la misma crónica, «...entonces le dejó marchar con las manos vacías y sin señorío...» Pocos días después, el conde se presentó ante el rey y se reconoció culpable.
En Toledo, el conde Rodrigo realizó varias campañas contra los musulmanes,[10] en algunas ocasiones acompañado por Rodrigo Fernández de Castro, jefe de la milicia toledana.
Rodrigo devolvió al monarca las tenencias que había recibido y, «...después de besar las manos del rey y decir adiós a sus gentes y amigos, marchó en peregrinación a Jerusalén, donde entabló numerosas batallas contra los musulmanes...».
Retornó a la península ibérica en 1139[12] pero no fue recibido por el rey Alfonso VII.
Enfermo, el conde volvió otra vez a Jerusalén donde permaneció hasta su muerte.