Roberto Mertins Murúa

A su vuelta, siguió cultivando la relación entre España y Guatemala, llegando a presidir el Instituto Guatemalteco de Cultura Hispánica.

Regresó,[4]​ sin embargo, y a los pocos meses (3 de septiembre de 1980) fue asesinado[5]​ por dos personas que viajaban en moto, cuando conducía a su trabajo.

Le acribillaron con 52 tiros, por ser «culpable de leer libros y no callarse delante de atrocidades del calibre como la anteriormente mencionada».

[6]​ Hacía tan sólo unos días que había inaugurado la nueva sede[7]​ del Instituto Guatemalteco de Cultura Hispánica en la Plaza de España, no pudiendo llegar a disfrutarla.

Tres décadas más tarde, todavía su nombre (al igual que otros muchos) es recurrente en los informes y solicitudes de justicia[8]​ en Guatemala.