Revolución de Asturias de 1934

[9]​ Tras aquel agitado verano, las Cortes Generales se reunieron el 1 de octubre y ese mismo día la CEDA retiró su apoyo al gobierno presidido por Ricardo Samper exigiendo la entrada en el mismo, cosa que consiguió tres días después, cuando el 4 de octubre se anunció la formación del Gobierno Radical-cedista presidido por Alejandro Lerroux.En Madrid destacó la inactividad, al igual que ocurrió en Extremadura, Andalucía y Aragón.[10]​[nota 2]​ En el País Vasco hubo alguna otra actividad destacada que fue rápidamente sofocada, como también ocurrió en Barcelona y Cataluña.[11]​ La Alianza Obrera, una idea surgida en Cataluña por iniciativa del pequeño partido comunista antiestalinista Bloque Obrero y Campesino, fue extendida al resto de España por los socialistas (UGT-PSOE-JJSS) cuando el sector encabezado por Francisco Largo Caballero se hace con la dirección de UGT en enero de 1934 (el PSOE y las JJSS ya estaban bajo su control) e impulsa la idea de la Alianza Obrera, al considerarla un buen instrumento para sumar apoyos a su nueva estrategia insurreccional para alcanzar el socialismo (abandonando la "vía parlamentaria").La formación de una "alianza por arriba" también fue ofrecida a la CNT pero se negó a integrarse en ella, como ya había sucedido en Cataluña, porque la dirección confederal afirmó que la CNT por sí sola "se bastaba para destrozar al fascismo".[12]​ Sin embargo no todos los cenetistas estaban de acuerdo con el rechazo a la Alianza Obrera, como el cenetista pucelano Valeriano Orobón Fernández que en un artículo publicado en el diario confederal La Tierra hizo un llamamiento a la unidad entre socialistas y cenetistas (y comunistas) para alcanzar la "democracia obrera revolucionaria".Esto quedó plasmado en los puntos 1 y 8 del acuerdo:[14]​ Solo dos semanas antes de iniciarse la insurrección en Asturias se incorporó a la Alianza Obrera el entonces pequeño Partido Comunista de España, que hasta esa fecha la había considerado un órgano de la "contrarrevolución" (y a sus integrantes los había comparado con los "perros" que "se disputan los huesos a dentelladas").Cuando se produjo la insurrección asturiana, los revolucionarios tomaron como consigna la sigla UHP, que ha sido interpretada de diversas formas: Ramón Tamames afirmó en su libro publicado en 1974: "la CNT y la UGT participaron unidas bajo la sigla UHP (Unión Hermanos Proletarios)".[16]​ Unos años después Hugh Thomas, sin embargo, la "tradujo" como "Uníos, Hermanos Proletarios".[21]​ Otro elemento clave en la insurrección fue la organización de las fuerzas paramilitares que encabezaran el movimiento.Incluso se produjo una huelga en las minas cuando el gobierno intentó impedir la circulación del diario.[27]​ Sin embargo, los mineros no pudieron tomar los cuarteles de Pelayo y Santa Clara que quedaron cercados.[32]​ En toda la provincia se organizó un Ejército Rojo, que al cabo de diez días llegó a alcanzar unos 30.000 efectivos, en su mayoría obreros y mineros.[32]​ Además de los principales líderes sindicales y obreros, destacó Francisco Martínez Dutor.El gobierno acepta la propuesta de los generales Franco y Goded y el radical Diego Hidalgo, ministro de la Guerra, justifica formalmente el empleo de estas fuerzas profesionales, pues eran las únicas fuerzas militares españolas que habían entrado en combate en África, y además, al gobierno también le preocupaban que las muertes fueran jóvenes peninsulares, que podrían divulgar más tarde los hechos, creando problemas al gobierno, por lo que la solución adoptada le parece muy aceptable.[38]​ El despliegue de las tropas para sofocar la sublevación se hizo por cuatro frentes.[40]​ El acuerdo alcanzado entre el general López Ochoa y el líder de los mineros Belarmino Tomás, puso furioso al teniente coronel Yagüe, al general Francisco Franco que dirigía las operaciones desde Madrid, y también al líder de la CEDA, José María Gil Robles, partidarios los tres de que la represión fuera brutal.Por otro lado no se descuidaron las minas y, como reconoció después un observador opuesto al movimiento, "los equipos de conservación fueron mantenidos y funcionaron perfectamente... lo que demuestra que contaron con una organización formidable".Además se organizó un servicio de seguridad de "guardias rojos" que consiguieron, como señaló después un periódico conservador, que Mieres fuera el lugar "donde más tranquilidad reinó durante los quince días y donde más humanamente se trató a los presos".[51]​ En Gijón, donde también predominaba la CNT, la revolución libertaria fue mucho más limitada debido a la debilidad de la insurrección por la falta de armas y a que la ciudad fue rápidamente ocupada por las tropas coloniales desembarcadas en su puerto.[35]​ La "guardia roja" consiguió poner fin a los saqueos y mantener el orden[35]​ pero no en todas las ocasiones pudo controlar los excesos de la "justicia revolucionaria" llevada a cabo por individuos o pequeños grupos que actuaron al margen del Comité Revolucionario Provincial y de la inmensa mayoría de los comités revolucionarios comarcales y locales.Según el historiador José Álvarez Junco, estas muertes no obedecieron a un plan previo sino que fueron más el resultado de la "exaltación momentánea y casi accidental",[58]​ y, por otro lado, la inmensa mayoría de sacerdotes y religiosos detenidos u obligados a realizar determinadas tareas recibieron un trato correcto por parte de los comités revolucionarios.Allí los ánimos estaban exacerbados por la dura resistencia ofrecida por los ocho guardias civiles del cuartel de la zona que durante siete horas de asedio no se rindieron, hasta que los insurrectos volaron el cuartel con dinamita.[60]​ A día de hoy, la cuestión sobre las bajas que se produjeron sigue siendo controvertida: Según el historiador Julián Casanova durante los combates que siguieron al levantamiento armado murieron 1100 personas entre las que apoyaron la insurrección, además de unos 2000 heridos, y hubo unos 300 muertos entre las fuerzas de seguridad y el ejército; 34 sacerdotes y religiosos fueron asesinados.[35]​ También fue dinamitada La Cámara Santa en la Catedral, donde desaparecieron importantes reliquias llevadas a Oviedo, cuando era corte, desde el sur de España.[38]​[nota 4]​ Sin embargo, el historiador Gabriel Jackson distingue claramente entre la actuación del general López Ochoa que "hizo lo que pudo para evitar los asesinatos y las violaciones, incluyendo el fusilamiento de cuatro moros culpables de atrocidades", y la del teniente coronel Yagüe, de la Legión, "que prefirió emplear un saludable terror como arma y no contuvo a sus tropas".Uno de los miembros de la comisión parlamentaria, Félix Gordón Ordás, elaboró un informe sobre las "torturas sádicas" que utilizaba el comandante Lisardo Doval y lo envió al presidente del gobierno Alejandro Lerroux, que en principio ordenó a sus superiores que contuvieran las actividades del comandante, y finalmente ordenó su inmediato traslado por insubordinación al haber entregado copia de las órdenes recibidas a destacados dirigentes monárquicos.[79]​ Honorio Maura en el diario ABC del 16 de octubre calificaba a los insurrectos asturianos como “escoria, podredumbre y basura” que roe las entrañas de la Patria; son “chacales repugnantes que no merecen ser ni españoles ni seres humanos”.[84]​ Tras la Revolución de Asturias la Iglesia no rectificó su política social y siguió insistiendo en la vía del sindicato católico vinculado a los patronos.Don Luigi Sturzo, líder exiliado del Partito Popolare Italiano escribió en un periódico de Friburgo un homenaje a los "demócrata cristianos" españoles Severino Aznar, Ángel Ossorio y Gallardo y el "canónigo Arboleya":[88]​
Una de las imágenes icónicas de la Revolución minera, que curiosamente no fue tomada en Asturias: una columna de Guardias Civiles con mineros capturados en Brañosera ( Palencia ), el 8 de octubre de 1934.
Tropas norteafricanas desfilan en la calle Corrida de Gijón tras aplastar la revolución.
Instalaciones de la Fábrica de La Felguera ( Asturias ) en la década de 1920.
Monumento a los hermanos de La Salle asesinados en Turón, sito en el Monasterio de Santa María de Bujedo (provincia de Burgos)
Imagen exterior de la cámara santa y la cripta de santa Leocadia. Podemos ver las dos celosías, la superior correspondiente a la cámara santa o capilla de san Miguel y la inferior perteneciente a la cripta de santa Leocadia.