Retablo de los santos Abdón y Senén

Su estilo es cercano al gótico internacional, aunque se realizó en la fase de madurez del autor, una vez que este se hubo aproximado al realismo del flamenco primitivo.

Desarrolló su máxima actividad en Barcelona a partir de 1448, donde creó un taller que prácticamente monopolizó la realización de retablos en Cataluña durante la segunda mitad del siglo XV, una vez muerto Bernardo Martorell y Luis Dalmau.

Explica que los santos habían enterrado a unos mártires cristianos y el emperador Decio mandó cogerlos y, junto con otros persas que ya tenía cautivos, entrarlos en Roma con gran magnificencia.

Sin embargo, ellos, con gran resolución, le respondieron que únicamente reconocían por Dios a Jesucristo, y que a Él habían ofrecido el sacrificio de sí mismos.

El juez Valeriano, atribuyendo este milagro al arte de la magia, ordenó que allí mismo los destrozaran, por lo que fueron trasladados ante una imagen del sol donde se les degolló al acabar el año 250.

Según una tradición local, a finales del siglo X el abad Arnulfo llevó los cuerpos a la abadía de Santa María de Arles desde Roma, hecho representado en el retablo.

Personajes piadosos, no cobraban por su servicio, por lo que se les llamaba con el término griego Anárgiroi (sin dinero); aplicabando así la cita evangélica: el que recibió la gracia, done gracia.

Las pasiones hablan de cinco cuerpos martirizados; según las fuentes fueron lapidados (aunque las piedras volvía contra los verdugos), azotados, crucificados y asaetados (las cuales también volvían contra los soldados), lanzados al mar con una piedra en el cuello y finalmente quemados en un horno.

La tradición más conocida dice que finalmente fueron decapitados junto con los discípulos Antimo, Leoncio y Euprepio en Ciro, cerca de Antioquía.

El nuevo retablo era para una altar lateral, donde se conservó hasta comienzos del siglo XX.

Durante la restauración se repintaron las caras tachadas de los verdugos que aparecen en la predela.

La tabla central presenta los santos Abdón y Senén vestidos como caballeros armados.

Huguet ofrece un paralelismo, tanto formal y compositivo como ideológico, en la forma en que los presenta.

En las escenas centrales, con vestidos elegantes, con sus atributos y en una estancia similar decorada con un suelo enladrillado que aporta un cierto efecto de perspectiva.

La escena central con los dos santos titulares es la tabla más grande y famosa del conjunto.

Cabe interpretar que Huguet trabajó con referencias estándares, ya que tres de las cuatro escenas de las calles laterales presentan una secuencia común en el martirio de muchos santos: el santo es juzgado por una autoridad pagana, padece unas agresiones que milagrosamente no le causan ningún daño y, con un tormento más contundente, acaba por morir.

Al lado del emperador se halla un personaje con aspecto de pontífice que puede ser una referencia a la exigencia de adoración a los ídolos paganos que no se muestran en ninguna parte.

En la segunda escena, los santos son lanzados a las fieras que, según la versión escrita original, así como la catalana, se trataban de «dos leones y cuatro osos».

Su gran tamaño (pese a estar al fondo) denota problemas de perspectiva.

El verdugo parece de origen tártaro, una etnia que en la Edad Media había llegado a la zona mediterránea a causa de la guerra y que había sido esclavizada.

La última escena recoge la historia del siglo X según la cual se trasladaron sus restos a Amiens.

La imagen representa la solemne comitiva precedida por el abad Arnulfo y sus monjes, que se tumban para recibir las milagrosas reliquias portadas por dos benedictinos dentro de dos barriles sobre un asno.

El martirio está dirigido por Lisias de Cilicia, acompañado por muchos personajes, igual que en las tablas dedicadas a Abdón y Senén.

San Abdón y San Senén, la tabla central.
San Cosme y San Damiàn, en la predela.
Detalle del retablo de los Santos Juanes de Bernardo Martorell donde se observan las tachaduras fruto del vandalismo religioso ( MNAC ).
Decapitación de los santos Abdón y Senén.
El Calvario.
El milgaro de los santos Cosme y Damián, según Huguet.
Escena del milgaro en el retablo de Miquel Nadal en la catedral de Barcelona (1455).