Gracias a este matrimonio, Reinaldo se convirtió en príncipe de Antioquía.
Se hizo famoso por su crueldad, pues a menudo despeñaba a sus enemigos desde lo alto del castillo para que se hicieran pedazos con las rocas que había al pie de la fortaleza.
El propio sultán solo se salvó gracias a su guardia personal, compuesta por mamelucos.
En 1182 Reinaldo puso en práctica un proyecto que había acariciado desde hacía tiempo: lanzar una escuadra por el mar Rojo para atacar las ricas caravanas marítimas que iban a La Meca e incluso atacar la misma Ciudad Santa del islam.
Navegaron por la costa africana del mar Rojo, atacando las pequeñas ciudades costeras por donde pasaban, y finalmente atacaron y saquearon Aidib, el gran puerto nubio frente a La Meca.
Acto seguido hundieron un barco de peregrinos que iba a Jedda.
Envió al almirante egipcio Husan ed-Din Lulu con una flota tripulada por marineros marroquíes en persecución de los francos.
Algunos de ellos fueron enviados a La Meca, para ser ceremoniosamente ejecutados en el lugar del sacrificio, en Mina, durante la próxima peregrinación.
Aunque Guido le reprendió por su acción, intentando así apaciguar a Saladino, Reinaldo replicó que era señor de sus propias tierras y que él no había firmado la paz con los musulmanes.
El cronista Imad al-Din refiere lo que ocurrió a continuación (en las crónicas árabes Reinaldo es llamado Arnat): Al rey Guido se le perdonó la vida.
Estuvo prisionero en Damasco durante un tiempo, y luego se le dejó en libertad.