Según el memorialista Carlos Anaya – que no oculta sus simpatías por el sector rebelde- Barreiro mostraba “todo su carácter de arbitrariedad despótica, hasta quitar al Vecindario, sin distinción, sus esclavos, para crear un Batallón de seiscientos o más soldados, sin documentar siquiera a sus propietarios, y con el que oprimía militarmente al pueblo”.
[5] Esta disconformidad reconocía, además, otras motivaciones, tales como el cierre del comercio con el Brasil y con Buenos Aires, que arrojaba importantes beneficios para muchos hombres principales del comercio de la plaza; y las severas condiciones que imponía José Gervasio Artigas para aceptar la conciliación con el gobierno porteño, que había logrado atraer ciertas adhesiones frente a la invasión.
Se invitó, entonces, a los concurrentes, para una nueva sesión, que tuvo lugar dos horas después.
[7] El acta de esta sesión dice que hallándose “suficientemente reunido el pueblo”, los renegados expresaron que la causa de su actitud era “haber encontrado sospechosos en las circunstancias a los ciudadanos arrestados, y haber visto con desagrado que se determinaba la marcha del cuerpo de infantería cívica a campaña – y que por estos y otros particulares de no menos consideración creían haberlo hecho fundamentalmente…”.
Las causas manifiestas y ocultas que la habían provocado, resultaban en pugna abierta con los mandatos del Protector.