Radiación nuclear

Las leyes de la desintegración radiactiva (descritas por Soddy y Fajans) son: Las dos primeras leyes indican que cuando un átomo emite una radiación alfa o beta, se transforma en otro átomo de un elemento diferente.

Las sustancias radiactivas por lo común no emiten neutrones, excepto algunos elementos pesados que sufren fisión espontánea.

Los rayos gamma transfieren su energía al material que atraviesan de tres formas diferentes.

Los efectos dañinos de las radiaciones ionizantes en un organismo vivo, se deben principalmente a la energía absorbida por las células y los tejidos que la forman.

Esta energía es absorbida por ionización y excitación atómica, produce descomposición química de las moléculas presentes.

Al aumentar la dosis, el organismo va presentando diferentes manifestaciones hasta llegar a la muerte.

La dosis letal media es aquella a la cual cincuenta por ciento de los individuos irradiados mueren, esta es 4 Sv (4000 mSv).

En ocasiones pueden aplicarse grandes dosis de radiación a áreas limitadas (como en la radioterapia), lo que provoca solo un daño local.

Cuando la radiación ionizante incide sobre un organismo vivo, las reacciones a nivel celular son principalmente en las membranas, el citoplasma y el núcleo.

En el caso de que la interacción sea en el citoplasma, cuya principal sustancia es el agua, al ser ésta ionizada, se forman radicales inestables.

Las células pueden sufrir aumento o disminución de volumen, muerte, un estado latente, mutaciones genéticas y cáncer.

Consiste en náusea, vómito, anorexia, pérdida de peso, fiebre y hemorragia intestinal.

El ser humano siempre ha estado expuesto a la radiactividad ambiental, proveniente de fuentes naturales.

También existen fuentes de radiaciones creadas por el hombre, como pueden ser los reactores nucleares y los aparatos para usos médicos e industriales.

Esa fuente puede ingresar al cuerpo por ingestión, inhalación, absorción a través de la piel o por contacto con una herida abierta.