[1] La quiastolita llegó a los museos y colecciones europeas a mediados del siglo XVI, como un amuleto o recuerdo aportado por los peregrinos que volvían de Santiago de Compostela.Entre las secciones de quiastolita puede verse un ejemplar tallado en cabujón para su uso como gema.Los yacimientos de ejemplares vistosos son relativamente escasos, pero se encuentran distribuidos en muy diversos lugares del mundo, como por ejemplo: La teoría más clásica y de más amplia aceptación acerca del proceso mineralógico metamórfico que permite que se formen estas curiosas cruces se apoya en la tesis propuesta por Frondel en 1934 acerca de la incrustación selectiva de impurezas en los cristales.En la medida en que va aumentando la concentración de inclusiones (fundamentalmente grafito) en esos lugares, se va inhibiendo (desacelerando) el crecimiento del cristal.Este ciclo (crecimiento-retardo-crecimiento) se repite y va formando un patrón que se asemeja a una pluma de grafito en los cuatro brazos de distribución radial[11][12] Estas «gemas», aunque opacas, pueden ser pulidas con fines de joyería y otros propósitos ornamentales.
Quiastolita, según Laet (1648)
Imágenes de “lapis crucifer” (quiastolita) de la colección de minerales existente en el Vaticano en el siglo
XVI
. Publicada en la Metallotheca de Mercati en 1717