El pus está formado por un líquido fino rico en proteínas (históricamente conocido como liquor puris[4]) y leucocitos muertos procedentes de la respuesta inmunitaria del organismo (principalmente neutrófilos).
[5][6] Aunque normalmente el pus tiene un tono amarillo blanquecino, en determinadas circunstancias pueden observarse cambios de color.
Los abscesos amebianos del hígado producen pus parduzco, cuyo aspecto se describe como "pasta de anchoa".
[7] En casi todos los casos en que se acumula pus en el cuerpo, el clínico intenta crear una abertura para drenarlo.
Algunos procesos patológicos causados por infecciones piógenas son el impétigo,[8] la osteomielitis, la artritis séptica y la fascitis necrosante.