Levino, sin embargo, sin rodeos le ordenó dejar a los romanos resolver sus propias querellas y volver a Epiro, si él deseaba que le escucharan sus propuestas.
Levino le mostró las legiones en armas y le mandó decir a su rey, si él tenía curiosidad acerca de los hombres romanos y sus tácticas, podía venir al campamento de Levino y verlo por sí mismo.
Levino, cuyo ejército era superior en número al del enemigo, fue derrotado en la batalla de Heraclea, su campamento fue tomado y solo la noche permitió a los fugitivos poder llegar a una ciudad de Apulia, probablemente Venusia.
En el mismo año, sin embargo, defendió Capua y siguió a la retaguardia del ejército epirota tanto en su marcha a Roma como en su retirada y tan eficazmente había restaurado el coraje y la disciplina sobre sus legiones que Pirro no se atrevió a atacarlo.
El ejército de Levino, como castigo por su derrota, se mantuvo en su campamento ubicado al pie de la sierra samnita durante todo el invierno siguiente.