Cayo Fabricio Luscino

[3]​ Debe, sin embargo, haber sido puesto en libertad poco después, porque fue cónsul en 282 a. C. con Quinto Emilio Papo.

En su consulado, tenía que hacer la guerra en el sur de Italia contra los samnitas, lucanos y brucios.

Pirro, cuyas victorias habían sido adquiridas a gran precio, no estaba dispuesto a arriesgarse a otra batalla contra los romanos, especialmente bajo el mando de Fabricio, y los romanos tampoco, pues estaban ansiosos por recuperar su dominio sobre sus aliados, que se habían rebelado, por lo que se esperaba una conclusión de la guerra.

Fue censor, en 275 a. C., con Quinto Emilio Papo, su antiguo colega en el consulado, y se distinguió por la severidad con la que trató de reprimir el creciente gusto por el lujo.

[9]​ Fabricio murió tan pobre como había vivido; no dejó dote a sus hijas, que el Senado, sin embargo, arregló, y con el fin de honrar su memoria, el estado le permitió ser enterrado en el Pomaerium, aunque esto estaba prohibido por una ley de las Doce Tablas.