Al asentarse en la zona de la mixteca oaxaqueña los frailes dominicos instauraron una costumbre que llegará a ser tan popular que también será adoptada por la Orden de San Francisco.
El dominico Fray Agustín Dávila Padilla describe, a finales del siglo XVI, en qué consistía esta procesión.
[1] La procesión desarrolló más bombo, circunstancia y decoro a lo largo de los siglos como lo señaló Giovanni Francesco Gemelli Carreri que visitó México en 1697.
[2] La devoción a la Procesión fue difundida por las órdenes dominicanas y franciscanas a través del Imperio español, en toda América Latina, e también en la Europa continental, especialmente en España, en Salamanca con el acto del Descendimiento seguido de la procesión del Santo Entierro desde 1615,[3] y Cartagena en 1663, al igual que en Italia, Córcega y Mónaco, y en muchos lugares a que se extendió el Imperio español.
Existen numerosas procesiones del Santo Entierro por todo el mundo, fundamentalmente, en territorio español.