El título de primado, conferido a un arzobispo, garantiza una jurisdicción teórica sobre varias provincias eclesiásticas.
La primera mención aparece bajo el reinado de Luis I el Piadoso, atribuido al arzobispo de Bourges, Aïulf: Su sucesor, el arzobispo San Rodulf, utilizó igualmente el título.
El arzobispo de Reims, Hincmaro, se opuso fervientemente a la propuesta y la proposición del Papa no fue reconocida, salvo por el arzobispo de Burdeos, Frotaire, por intereses personales.
La jurisdicción del arzobispo primado de Lyon abarcaba cuatro provincias que coincidían con las antiguas del Bajo-Imperio,[2] pero tenía poderes limitados sobre ellas, quedando meramente como un título nominal y no como un vicario apostólico.
En la práctica, el arzobispo de Sens formaba parte del consejo del rey, haciéndose presente en París en su prestigioso Hotel de Sens, por lo que tenía mayor influencia que y más cualquier otra autoridad religiosa.