En México, es denominado porro al integrante de una organización que persigue distintos intereses particulares, ya sean estos políticos o económicos, basados en la violencia organizada, en el asilarse en instituciones estudiantiles y en el fungir como grupo de choque mercenario.
Para los años cincuenta se han construido o remozado las federaciones estudiantiles a imagen y semejanza del aparato de control sindical.
En el contexto de la Guerra sucia en México, dichas asociaciones son usadas con el fin de disuadir actividades u organizaciones con ideologías opositoras al gobierno mediante la violencia, la delincuencia y el espionaje.
Estos son persuadidos de ingresar a los grupos mediante una bienvenida (golpiza) y la asignación de un apodo hacen que el «porro iniciado» le guste más el movimiento, las golpizas hacia otra escuela forman parte del carácter y conducta del porro.
Las actividades, apodos e integrantes de estas pandillas son asunto público en las comunidades estudiantiles.
Los porros se caracterizan por secuestrar camiones del transporte público y protagonizar peleas campales entre escuelas «rivales».
Las organizaciones porriles cuentan con un líder que ganó ese puesto por ser el más hábil para pelear.
Perder en una pelea o robárselo (tumbárselo, en jerga porril) a otro porro es considerado como un triunfo y como una deshonra para el perdedor, que es castigado con una golpiza por la misma organización.