Francia deseaba la secesión de la francófona Valonia con vistas a una futura anexión del territorio.
Conforme se sucedían los acontecimientos, todas las partes empezaron a comprender que el mantenimiento de la unidad de los Países Bajos no iba a ser posible.
La resolución fue desarrollada en el Protocolo de Londres que, entre otras cosas, obligaba al naciente país al mantenimiento de una estricta neutralidad internacional y a aceptar las fronteras belgo-holandesas existentes en 1790.
Los belgas no se sintieron satisfechos en un primer momento con el protocolo y se debieron rectificar varios aspectos del mismo dando lugar al Tratado de los Dieciocho Artículos.
Sin embargo, Holanda se negó a estampar su firma en el tratado y durante los siguientes ocho años buscó revertir la independencia belga a través de una serie de breves conflictos bélicos que no rebasarían el ámbito local.