Pedro de la Peña
Tras su arribo a Guayaquil, envió a Quito al presbítero Martín Fernández de Herrera para que se posesionara del obispado en su nombre.Fue crítico severo del maltrato que los encomenderos cometían con los indios y los amenazó con no darles la absolución si persistían en esa conducta.[2] En 1567 asistió al II concilio limense, convocado por el arzobispo Jerónimo de Loayza.[2] En 1582 asistió al IV concilio limense, convocado por el santo arzobispo Toribio de Mogrovejo, pero se hallaba ya muy agotado por su avanzada edad y acabó falleciendo en la capital virreinal, el 17 de marzo de 1583.Por su voluntad, fue sepultado en la capilla de la Inquisición, que él mismo hizo construir, y dejó todos sus bienes a dicho tribunal.