A partir de 1921 se radicó primero en Buenos Aires y luego en París.
En estas estancias se dedicó por completo a la pintura, actividad que siempre había desarrollado en forma privada.
[1] Al año siguiente se casó con María de Castro Caravia y viajó por primera vez a Europa.
[4] Tuvo una intensa actividad pública, en 1889 fue designado Defensor de los Pobres en lo Civil y lo Criminal, cargo que ocuparía hasta 1897.
En 1933 envío una carta personal a Gabriel Terra felicitandolo, dándole las gracias y apoyando la disolución del Consejo Nacional de Administración, sacando al país de la grave crisis institucional, política, social, económica y financiera que atravesaba la República.
En 1912, Pedro Figari publicó en Montevideo su ensayo filosófico a tres tomos Arte, estética, ideal que le insumió dos años de dedicación casi total, el mismo fue traducido al francés por Charles Lesca, publicado en París en 1920 con prólogo de Henri Delacroix y reeditado en 1926 prologado por Désiré Roustan.
En 1928, luego del prematuro fallecimiento de su hijo Juan Carlos, publicó el ensayo poético con acotaciones gráficas El Arquitecto, escribió una serie de cuentos y la novela utópica Historia Kiria que fue publicada en 1930 en París.
Para Figari no era suficiente con enseñar una técnica u oficio, buscaba una formación integral que desarrollara la personalidad y vocación de los estudiantes, vinculando equilibradamente la actividad manual con la intelectual, utilizando procedimientos experimentales, despertando la capacidad de observación y fomentando la creatividad productiva con una estética americanista.
Su cargo al frente de la Escuela fue entonces desempeñado por el pintor y caricaturista Hermenegildo Sábat Lleó.
En 1921 realizó su primera exposición en la Galería Müller junto con su hijo Juan Carlos Figari Castro.
En su taller de París lo visitaron los más ilustres artistas e intelectuales del momento, como los escritores Jules Supervielle, Paul Valéry, James Joyce, Jules Romains, Alejo Carpentier y los pintores Pierre Bonnard, Édouard Vuillard, Pablo Picasso, Joaquín Torres García, Ignacio Zuloaga y Fernand Léger.
Con su pincelada resuelta, llena de vitalidad, renacen las tradiciones criollas y toma color la memoria colectiva rioplatense.
En 1938 realizó su última exposición en Buenos Aires y pocos días después falleció en Montevideo.