Pedro Aizpurua Zalacain

[2]​ Su potente imaginación musical se plasma en un lenguaje verdaderamente moderno pero que a la vez recoge la emoción religiosa procedente del gregoriano.

En la vertiente pedagógica escribió tres volúmenes de teoría y práctica coral, impartiendo conferencias por toda Europa.

De igual manera mantuvo hasta sus últimos días las clases que impartía a las monjas clarisas de Lerma y las que en verano realizaba en un convento ortodoxo griego.

La muerte le sorprendió pasando unos días de vacaciones con su familia en su localidad natal, donde está enterrado.

[7]​ La obra requiere importantes efectivos corales y orquestales, con pasajes de extrema dificultad.

A una nutrida plantilla orquestal sinfónica propia del postromanticismo se le añade una destacada presencia de la percusión, órgano y efectos electroacústicos.

Así mismo, la parte coral está escrita para entre cuatro y doce voces.