Las patentes de corso fueron muy utilizadas en la Edad Media y la Edad Moderna cuando las naciones no podían costearse marinas propias o no lo suficientemente grandes.Fue durante mucho tiempo la mejor opción que tuvieron las diferentes naciones para proteger las costas y las rutas de transporte marítimo, ya que era demasiado caro mantener una flota de guerra estable que cumpliese esas funciones.De esta forma Francia, Inglaterra y España las emplearon ampliamente.[3] El buque corsario no es considerado un barco pirata, sino un navío que contaba con una patente de corso o carta de contramarca, un documento emitido oficialmente que permitía atacar barcos y puertos de naciones enemigas.Por lo tanto el corso era una actividad económica legal y estrictamente regulada por el Estado, a diferencia de la piratería que implica actos ilegítimos de robo, saqueo y violencia en alta mar realizados por barcos sin ninguna autorización legal, operando al margen de la ley.