El tratado supuso un duro revés para la influencia rusa en la región.
Moldavia y Valaquia permanecerían bajo el dominio de los otomanos, pero les serían concedidas constituciones y asambleas nacionales, que deberían ser supervisadas por las potencias vencedoras.
Se proyectó un referéndum para conocer la opinión de la gente respecto a la unificación.
El tratado también desmilitarizó las islas Åland en el mar Báltico, que pertenecían al Gran Ducado de Finlandia, que a su vez pertenecía a Rusia.
La fortaleza de Bomarsund había sido destruida por las fuerzas francesas y británicas en 1854 y la alianza quiso prevenir su uso como base militar rusa.