Fueron concebidos como pasadizos que servían de comunicación entre calles concurridas y destinados a ampliar espacio para el comercio.
Las fachadas exteriores están construidas en ladrillo y presentan antepechos de hierro forjado en los balcones.
La rica decoración pictórica y escultórica, con alegorías de las estaciones y el comercio, enmascara la pobreza de los materiales empleados, que ha hecho necesaria la restauración para recuperar su esplendor.
La idea de este pasaje era crear una elegante zona comercial destinada a la alta y media burguesía vallisoletana que pudiera ofrecerles productos llegados de Europa.
Tras su restauración a finales del siglo XX, realizada parcialmente por los arquitectos Javier López de Uribe y Fernando Zaparaín, su actividad comercial resucitó, surgiendo varios comercios instalados en los locales de su interior.