Pancho Cossío

Allí permanecieron hasta 1909, momento en que se trasladaron a la capital, Santander.En él permanecería hasta 1918, y recordaría siempre con gratitud las enseñanzas del viejo pintor.Durante el bienio 1921-1922 se desinteresó de la pintura académica, no obstante comprender que en España le iba a ser difícil triunfar con ninguna otra.De aquí que entre 1933 y 1940 la actividad pictórica del artista sea muy escasa.Hasta aquí el accidente biográfico de Cossío, pudiera parecer en exceso detallado para quien no acertase a advertir en sus líneas la portentosa capacidad de renuncia, ruptura y vuelta a empezar del gran artista.En 1932, esta bella obra de mares, veleros, tormentas, copas, frutas y sombreros hongos, tenía ya su gloria asegurada con una sola condición: con la de que Cossío hubiera continuado en París.En primer lugar, vaya por delante la constatación de que éste jamás pintaba con colores preparados industrialmente, sino que se molía y cocinaba sus tierras con la misma honestidad primitiva de un maestro del siglo XVII.Tierras, generalmente, en las que los tonos dominantes son los blancos, los grises, los ocres, con toda una infinita cantidad de variantes.Así, la semblanza general de Cossío (tan inhabitual, tan fuera de serie cual todo lo que a él toca) será tan complicada cual la que sigue: el gran pintor español novecentista que, partiendo del poscubismo y habiéndose acercado hasta a dos milímetros de la no figuración, ha realizado la pintura más hondamente tradicional conocida por el siglo XX.
Retrato de Francisco Gutiérrez Cossío