La proinsulina es una proteína que, tras su procesamiento por peptidasas en el aparato de Golgi de las células beta pancreáticas, da lugar a la insulina y al péptido C.[1] Tanto la insulina como el péptido C se almacenan en una proporción equimolar en vesículas para ser secretados a la circulación sistémica cuando aumentan los niveles de glucosa en sangre.
[2] Los estudios in vivo en modelos animales de diabetes tipo 1 han establecido que la administración de péptido C produce mejoras significativas en la función nerviosa y renal.
También se ha informado de que el péptido C tiene efectos antiinflamatorios y ayuda a reparar las células del músculo liso.
El péptido C se produce en las mismas cantidades que la insulina, por lo que su concentración en sangre u orina proporciona una medida de la secreción de insulina endógena (producida por las células beta del páncreas), independientemente de si el paciente está siendo tratado con insulina o no.
[1] La vida media del péptido C en sangre (20-30 minutos) es superior a la de la insulina (3-5 minutos); aproximadamente el 50% de la insulina es rápidamente metabolizada por el hígado y su eliminación periférica es variable.