Pero al hacer un análisis de la fotorrecepción, se observa que se da específicamente por moléculas que desencadenan una cadena de transducción, y activarán el sistema nervioso posteriormente.
El compuesto se encuentra adherido a una apoproteína (la opsina) en la hélice siete de su estructura mediante una protonación del mismo, generando la cadena de fototransducción, y activando el sistema nervioso posteriormente.
Estos cambios pequeños cerca al cromóforo son suficientes para generar cambios en la longitud de onda absorbida,[2] dándole una sensación de luz diferente al animal.
Luego están los fotorreceptores con propiedades de “blanqueo”, donde la proteína libera su cromóforo y pasa a un estado estable, y no se revierte al estado oscuro inicial después de la irradiación lumínica.
Consecuentemente, las opsinas basales sufrieron una diversificación debido a su capacidad de acoplarse a diferentes proteínas G. Esta variación se ve reflejada en la filogenia de las opsinas, donde hay una fuerte relación entre las distintas subfamilias y la diversidad funcional.
El cromóforo al protonarse para la unión covalente con la proteína, genera una carga positiva en el medio transmembranal.
Pero al mismo tiempo, se dio la adquisición del pigmento sensible al rojo y una capacidad de activación superior a la G-proteína generada por un cambio conformacional del pigmento inducido por la luz absorbida.