Ojáncana

[2]​ La tradición oral la representan como un ser de gran fuerza, cara chata y fea con dos penetrantes ojos, largos pechos que debe colgarse a la espalda cuando corre, y carece de barba.

[3]​ Su comida predilecta era la carne cruda, a poder ser de niño, sin despreciar cualquier alimento que pudiera robar, alimentándose también de boronas, leche o sangre, a excepción de la rámila o garduña, que odiaba y temía.

[1]​ La reproducción de estos seres, ojáncanos y ojáncanas, es extremadamente peculiar dado que no se produce alumbramiento: cuando un ojáncanu está viejo, los demás lo matan, le abren el vientre para repartirse lo que lleve dentro y lo entierran bajo un roble, árbol junto al tejo con connotaciones míticas en Cantabria.

La mitología cántabra tienden a exagerar las características de las féminas para bien (anjana) o para mal (ojáncana).

Mientras que las primeras representan la dulzura y bondad, las ojáncanas son la antítesis extrema de estas.