Ọlọ́run creó primero a Ọbàtálá, pero cuando Òrìşàńlá (el Gran Òrìşà Blanco) se dirigía al umbral del mundo espiritual, se encontró con Èşù (Eshú, no confundir con Ẹlẹ́gbára o Ẹlẹ́gbáa), que le exigió que hiciera sacrificio.
Embriagado, se quedó dormido, con el Àpò Ayé (Saco de la Creación a su lado).
La leyenda antes narrada, suele tener una versión histórica, que cuenta que Oòduà vino del este (según unos la Meca, en Arabia, según otros de Benín o de lugares próximos), para destronar el rey local Ọbàtálá, imponiendo a los ìgbò, la población local, un nuevo orden político, reconfigurando la identidad cultural y espiritual que encontró, con elementos propios.
Tiene variadas formas de iniciación y un sacerdocio propio, contrario a la idea más común en América.
Según tradición ambos están unidos en un eterno abrazo, creando la Igbá ìwà: Calabaza de la Existencia.
Cronistas británicos recogen la leyenda yorùbá, que en una pelea, Ọbàtálá arrancó los ojos a su conflictiva mujer, dejándola ciega.
Esta leyenda, también es documentada por Lydia Cabrera, en su archiconocido libro El Monte, pero esta vez en Cuba, donde también se asegura que la Creación emana de una güira donde vivía, según unos Oòduà & Yemu y según otros, Ọbàtálá y Yemu en compañía de 16 ìgbín (caracoles o babosas).
Quien así lo afirma, asegura que Adó fue creada por un cazador de quien esta diosa se enamoró.
La leyenda es muy repetida por los historiadores extranjeros, sin embargo, no parece estar confirmada por la realidad local.
Como sucede con la mayoría de las divinidades yorùbá, Odùdúwà tiene un festival propio en Ilé Ifẹ̀ llamado Ido.
Por su parte, la gente de Adó (territorio ẹ̀gbádò) celebran dos importantes festividades rituales: Alamuwa e Ilájé (también conocido como Oòduà).
El último día – clímax de la festividad – cualquiera puede agarrar un pollo o gallina perdida y comerla, sin pedir permiso.
Los afrocubanos consideran que "conforma junto con Obbatala y Orunmila, una importante trinidad dentro del oráculo Yoruba.
Él fue, según muchos, el primero en tener Odùdúwà; aunque hay quien asegura que se trató de Pedro Pablo Pérez Ogbèyọ̀nú; también se cita a Hilario Barbón y Secundino Crucet, como intermediarios en el Oòduà de Peña, aunque siguen dejando a Cuca como fuente, tanto en uno como otro caso; otras versiones afirman que fue ña Rafaela Ọdún la que trajo Oòduà a La Habana.
Con el tiempo, algunos babaláwo comenzaron a cuestionar la pertinencia de supuestos sacerdotes menores entregaran la deidad más importante del culto y además de fundamentarse sus propias representaciones materiales (diferentes del original), comenzaron a asegurar que poseían la exclusividad para su consagración.
Aunque los brasileños conocen bien la leyenda antes narradas, Oòduà no es de las deidades más frecuentes en ese país.
En cuanto a su aspecto, no tiene forma, siendo en si una inmensa masa de poder espiritual que posee un ojo fosforescente.
Sin embargo, por la influencia notoria de Ifá, donde empezó a darse en cofre – que representa la tumba (fíjense en el carácter mortuorio que recibió en la isla) – hoy en día es difícil ver un Odùdúwà en sopera o en un objeto semejante.
Los collares de Oòduà en Ifá utilizan también rojo, verde y negro (que es tabú en la santería).
Bọrọsia, en La Habana òrìşà del culto de Yewa, se agregó mucho más tarde.
En determinadas casas se exige tener Òòşàńlá, Ọbańlá y Yewa, antes de recibir Oòduà, pero esto no es una generalidad.
Pero con la madurez paulatina, ganan confianza, se crecen ante las dificultades y logran imponerse en su medio, que muchas veces les resulta ajeno, cuando no hostil.
Tienen una buena dosis de agresividad, como su òrìşà, que, contrario a la idea generalizada en Cuba, donde se le cree deidad pacífica y tranquila, es un guerrero-conquistador, que incluso debe ser pacificado ritualmente de variadas maneras.
Aun así, no pierden el control con facilidad y siempre tienen dominio de la situación donde se encuentren.
Como todos los hijos de òòşà funfun deben evitar las bebidas alcohólicas, la sal y la conducta licenciosa.
Deben usar blanco con frecuencia y procurar no exponerse de forma directa a los rayos del sol o el sereno nocturno.
Son diferentes en la Santería e Ifá y por su carácter secreto no deben ser divulgadas en este marco.
Sin embargo, con más frecuencia se le inmolan chiva blanca, gallina, codorniz, guinea y palomas.
Sin embargo en el ọ̀rọ̀ ìlù (reverencia hecha con tambores u ‘oro seco’), su toque es obligatorio y cierra los de los demás òrìşà.
Es un error asegurar que nunca habla por caracol, pues sí lo hace en los oddù: 8 (Èjònlé u Ogbè), 10 (Òfún), 14 (Mẹ́rìnla) & 16 (Mẹ́rìndilogun).