La tierra, siendo uno de estos, fue visitada, pero se consideró demasiado húmeda para la vida convencional.
Fue el cuarto rey del pueblo yoruba, y se deificó tras su muerte.
del Panteón Yoruba: Al saber que Oggún había querido fornicar con su propia madre, Obatalá ordenó matar a todos sus hijos varones.
Cuando nació Changó, Elegba se lo llevó escondido a Dadá, para que lo criara.
Un día Obatalá enfermó; Elegba buscó corriendo a Changó para que lo curara.
Un día andaba con su séquito y vio una luz brillante con tres ojos, que estaba en el suelo.
Elegua se lo llevó al palacio, le contó a sus padres lo que había visto y tiró el coco detrás de una puerta.
Poco después todos se quedaron asombrados al ver la luz que salía del coco.
Entonces se fue para el monte sin más compañía que sus perros, se escondió de los hombres y ningún orishá que no fuera Ochosi su hermano, el cazador, consiguió verlo.
La gallina se puso a escarbar la tierra, esparciéndola y formando el mundo que conocemos.
Olofi también encargó a Obatalá para que formara el cuerpo del hombre.
Impetuoso y brutal, corrió detrás de la que despertaba sus deseos, decidido a poseerla.
Pero Oggún, enardecido y violento, estaba por darle alcance, cuando ella, desesperada, se lanzó al río.
Por eso es que Oshún vive en el río y quiere tanto a Yemayá.
Aggayú, el dueño del río, tuvo amores con yemaya y de ellos nació Shangó.
Cuando lo tocaba con el dedo y se lo llevaba a la boca, podía echar candela por ella.
Un Jueves Santo, Orula le advirtió: Hoy domínate y no andes con mujeres.
Al otro día amaneció con el cuerpo todo cubierto de llagas purulentas.
La gente huía de él porque le tenía miedo al contagio y solo lo seguían algunos perros a los que gustaba lamerle las llagas.
Por mucho que suplicó, Olofi se negó a perdonarlo y al fin, Babalú Ayé murió.
Aggayuú Solá era un gigante poderoso y temido, el dueño del río que se precipitaba desde lo alto.
En cierta ocasión Changó pasó por un pueblo y vio que la gente andaba como los zombis.
Para qué quieres saber quién es el rey?, dijo Aggayú encolerizado y Changó le contestó: Papá, es que este pueblo no puede tener a la cabeza un rey tan fuerte.
Los seres humanos y otras criaturas sensibles también se consideran por tener su propia deidad del destino individual, llamado «Ori», que es venerado a través de una escultura decorada simbólicamente con conchas.
Tradicionalmente, se cree que los padres muertos y otros ancestros poseen poderes de protección sobre sus descendientes.
Esta creencia es expresada en el culto y el sacrificio sobre la tumba o símbolo del ancestro, o como una comunidad en la observación del festival de Egungun, donde los ancestros son representados como hombres enmascarados coloridamente en representación de los espíritus ancestrales.
Los padres difuntos o los ancestros son comúnmente venerados poniendo abono a la tierra y rompiendo nueces de cola en su honor en ocasiones especiales.
Con estos regalos un Ìyá Àjé es capaz de tinar el poder terrestre y astral de curar, maldecir o causar la justicia vengativa sobre alguien que falte el respeto a la mujer y la maternidad.
Ìyá Nlá es la matriz sagrada que da la vida; ella es la entrada a la existencia y el origen de los mecanismos biológicos, manifestados en cada mujer.
[4] También dan una enorme importancia al culto de los antepasados, el cual en su conjunto se denomina Egúngún.