En ambos viajes, en los que no faltaron las penalidades, se formó la vocación oceanográfica de Odón de Buen, tal y como relata en sus memorias: Durante este viaje recogió importantes materiales que sirvieron para clasificarlos más tarde.
Fue colaborador de Las Dominicales del Libre Pensamiento, que dirigía Fernando Lozano y Montes, con cuya hija, Rafaela, se casó en 1889.
[2] Posteriormente, fue acogido por el gobierno francés, que le nombró oficial de instrucción pública.
De Buen trasladó sus clases al salón del Centro Federal y continuó con sus salidas al campo, pero los disturbios no cesaban y al final, durante las vacaciones de Navidad, el Gobierno, aconsejado por el general Valeriano Weyler, capitán general de Cataluña, dispuso que Odón reanudara sus clases.
Durante este período Odón de Buen coincidió en la Escuela Moderna de Francisco Ferrer Guardia con otros científicos, entre los que estaban Santiago Ramón y Cajal y Andrés Martínez Vargas.
En esa época, recibió numerosos premios y condecoraciones tanto nacionales como extranjeras.
En 1911, se trasladó a Madrid, donde continuó su obra pedagógica defendiendo siempre la enseñanza científica, completa y experimental.
Otra copia está en el mausoleo que se le ha erigido en Zuera.
Fue enviado al hospital, donde se recuperó con la ayuda de médicos que habían sido alumnos suyos.
En el hospital, después de la cena, daba charlas a otros pacientes sobre biología marina.
Al terminar la contienda, Odón de Buen se marchó a Banyuls, donde falleció su esposa, Rafaela Lozano, en 1941.
En 1942, se exilió en México, donde murió en 1945, a los ochenta y dos años de edad.
En 2018 se publicó Cartas a un labrador (1887-1894) en edición de Antonio Calvo Roy.