Los eventos que sucedieron tuvieron como resultado la toma del poder de la facción reformista, liderada por Władysław Gomułka.
[2] Luego de breves, pero tensas negociaciones con la Unión Soviética, los soviéticos otorgaron permiso para que Gomułka permaneciera en el poder e hicieron varias otras concesiones que se reflejaron en una autonomía más amplia para el gobierno polaco.
Se demandaba un nuevo congreso del Partido, así como un mayor rol para el Sejm y una garantía de libertades personales.
Inicialmente, el gobierno polaco respondió etiquetando a los manifestantes como "agentes provocadores contrarrevolucionarios e imperialistas".
Poco después, sin embargo, la jerarquía del partido reconoció que los disturbios habían despertado un movimiento nacionalista y cambiaron de opinión.
[11][12][4] Los manifestantes de Poznań, aunque era el grupo más grande, no eran los únicos en Polonia, donde la protesta social reanudó su furia ese otoño.
Tuvieron lugar mítines públicos, manifestaciones y marchas callejeras en cientos de pueblos en todo Polonia.
Las autoridades comunistas no fueron desafiadas abierta e inequívocamente, como lo habían sido en junio, y los eslóganes anticomunistas que habían prevalecido en el levantamiento de junio (como "Queremos elecciones libres", "Abajo la dictadura comunista" o "Abajo con el Partido") estaban menos extendidos.
Inimputable por los escándalos del estalinismo, Gomułka era aceptable para las masas polacas, pero al principio era visto con mucha sospecha por Moscú.
El país había sido forzado a depender de los soviéticos por tanto tiempo que cortar ese vínculo abruptamente sería desastroso.
Las negociaciones fueron tensas: tanto las tropas polacas como las soviéticas fueron puestas en alerta, entablaron "maniobras" y fueron utilizadas como amenazas apenas veladas.
Gomułka demandó una mayor autonomía y permiso para llevar a cabo algunas reformas, pero también aseguró a los soviéticos que las reformas eran asuntos internos y que Polonia no tenía intención de abandonar el comunismo ni romper sus tratados con la Unión Soviética.
[1][6] Los soviéticos también fueron presionados por la República Popular China para satisfacer las demandas polacas[2][16] y estuvieron cada vez más distraídos por los eventos en Hungría.
[16][15] Finalmente, cuando se aseguró a Jrushchov que Gomulka no alteraría los fundamentos básicos del comunismo polaco, aquel retiró la amenaza de invasión y accedió a transigir, mientras que Gomułka fue confirmado en su nuevo cargo.
El apoyo del público entusiasta ofrecido a Gomułka contribuyó a la legitimación del dominio comunista en Polonia, el cual incorporó sentimientos populares nacionales y antisoviéticos en las estructuras de poder prevalecientes.
Si en Hungría la protesta social destruyó el sistema político, en Polonia fue absorbida en su interior.
Los acontecimientos de Hungría en noviembre también ayudaron distraer a los soviéticos y asegurar el éxito del Octubre polaco.
Władysław Gomułka, en sus discursos públicos, criticó la dureza del estalinismo y prometió reformas para democratizar el país, lo que fue recibido con mucho entusiasmo.
Władysław Gomułka, sin embargo, no podía y no quería rechazar el comunismo o la dominación soviética, sólo podía conducir Polonia hacia una mayor independencia y "comunismo nacional polaco".
En 1968 se produjo un aumento de problemas económicos y el descontento popular terminaría quitando a Władysław Gomułka del poder en 1970.
El régimen iba olvidándose de los cambios, pero también es cierto que la etapa estalinista ya había pasado a la historia.