Los primeros años del siglo XVII trajeron consigo una serie de desgracias para la isla.Durante esos cuarenta angustiosos días, los habitantes se sumieron en un profundo horror.Buscando refugio bajo los techos del convento de la Merced y sus claustros, abandonaron sus hogares para implorar la protección divina.En agradecimiento, la pequeña embarcación y la vela se colocaron en una iglesia como testimonio del milagro.La leyenda gira en torno a la primera gran batalla entre europeos e indios, conocida como la batalla de la Vega Real o la batalla del Santo Cerro, en la cual se relata que la Virgen de las Mercedes protegió a Cristóbal Colón y sus aliados de la coalición indígena que se les opuso.En realidad, este relato no tiene evidencia documentada de su existencia hasta el siglo XVIII.En ese momento, el relato apócrifo ya se había arraigado en el imaginario colectivo mercedario, de tal manera que incluso en las paredes del convento de la Merced en La Habana, yacía una pintura que detallaba la ficticia aparición.Esta invención apócrifa se extendió a otras iglesias mercedarias en lugares como Lima, México, Puebla, Caracas, Puerto Rico y Chile.Algunos historiadores afirman que la batalla incluso no ocurrió en el Santo Cerro, y la cruz venerada allí no guarda relación con esa batalla ni con la afirmación de que los indios intentaron destruir e incendiar el símbolo de la cristiandad.Juan Antonio Flores Santana, quien fue obispo de La Vega, tampoco creía en el relato apócrifo.En Potosí, se celebra una solemne y lucida fiesta organizada por la Archicofradía de Nuestra Señora de La Merced, institución fundada en 1730 y que llegó a cobijar en el siglo XVIII a 10 000 cófrades.Los mercedarios no sólo evangelizaron a la región sino que fueron gestores del desarrollo de la ciudad al edificar los hermosos templos que hoy se conservan como valioso patrimonio histórico, cultural y religioso.Junto con estos frailes llegó su celestial patrona, la Virgen de la Merced, advocación mariana del siglo XIII.Un manto blanco cubre sus hombros y su larga cabellera aparece velada por una fina mantilla de encajes.La imagen porta numerosas condecoraciones otorgadas por la república de Perú y sus gobernantes e instituciones nacionales.La primera tiene que ver con unos pobladores de Caraz, que llevaban la escultura de la Virgen hacia su pueblo, pero se detuvieron a descansar en Carhuaz, y cuando quisieron retomar la marcha hacia Caraz, no podían mover a la Virgen porque estaba muy pesada, y por más que llamaban a mayor cantidad de personas, era imposible movilizarla.Es así que los vigilantes pudieron presenciar en el cajón el nombre de la Beatita, aunque borroso por las inclemencias del tiempo.De inmediato se le comunicó a la destinataria, la cual se hizo presente en el acto y confirmó lo que había en el interior del cajón, ante la negativa de los caracinos por entregar el cajón a su verdadera dueña.Sin otra opción, se pasó a abrir el cajón y se dieron con el rostro de la Virgen, que les brindaba una sonrisa celestial y sobrehumana, a lo que todos cayeron de rodillas, sobrecogidos por esta enternecedora expresión, quien los había cuidado y guiado a través del inclemente recorrido, pues como ellos mismos confesaran más tarde, no tuvieron ni hambre, ni cansancio en el camino.Ellos se convencieron de una buena vez del contenido del cajón y entendieron que su destino era esta acogedora ciudad de Carhuaz, prometiendo que regresarían cada año a rendirle sus pleitesías a la patrona que los cuido y los eligió para transportarla hasta su lugar de destino, y en gratitud a ella construyeron una capilla con un altar.En sus inicios se salvó de ser destruida hasta en dos ocasiones por los piratas que arribaron al puerto peruano y la historia se remonta a 1587, cuando el corsario Cavendish atacó el puerto de Paita y le prendió fuego.Una vez ahí, subió al altar donde se encontraba la imagen y rescató la escultura de ser consumida por el fuego.El corsario, lleno de cólera, arrojó la escultura al mar, la cual fue encontrada por unos pescadores que la retornaron a su templo.Desde aquella época creció el fervor hacia la imagen, que en la actualidad lleva 479 años, y durante todo este tiempo ha recibido diversas designaciones como la patrona de las Armas del Perú, patrona de los Desprotegidos y los Reclusos.Mientras que el papa Juan Pablo II, en el 1985, la nombró la Estrella Evangelizadora y el año 2010 fue designada por la autoridades como alcaldesa perpetua de Paita, entre otras distinciones.La iconografía usada para representar a la Virgen de la Merced queda definida a partir del siglo XVI, consistiendo fundamentalmente en el hábito mercedario: túnica, escapulario y capa, todo en color blanco, con el escudo mercedario en el pecho.En muchas ocasiones sostiene en la izquierda al Niño Jesús, que también puede llevar un escapulario en las manos.En Nicaragua: En Panamá: En Paraguay: En el Perú: En Portugal: En Puerto Rico: En la República Dominicana 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