El MAPA fue durante varias décadas el único de su especie en América Latina.
La generosa respuesta de los gobiernos de Argentina, Bolivia, Colombia, Guatemala, México, Paraguay y Perú a la solicitud chilena fue decisiva para que la idea de un museo del folclore, largamente acariciada por Tomás Lago y las autoridades universitarias, pudiera finalmente cobrar vida.
[3] El fondo inicial del museo fueron las piezas enviadas desde el extranjero para la exposición de 1943 que, sumadas a las colecciones locales adquiridas por la Universidad, conformaron un rico acervo que incluyó ejemplares de alfarería, tejidos y cestería, talla en madera, orfebrería, trabajos en metal, instrumentos musicales y aperos de huaso, entre otros.
Ya desde el comienzo, sin embargo, Tomás Lago advertía que el espacio del recinto se hacía insuficiente para exhibir las colecciones en su totalidad.
Tanto así, que aún no es posible dimensionar del todo la magnitud del deterioro y la pérdida patrimonial que sufrió la institución durante este período.