Las murallas romanas más antiguas se desarrollaron en dos etapas, la primera en la época republicana y la segunda en la imperial.
Al principio, se realizó un foso profundo, llenado con agua extraída de los ríos Seveso y Nirone.
A pesar de esta primera entrega defensiva, Federico I Barbarroja arrasó Milán en 1162.
Varios rasgos de las murallas fueron reforzados por fosos obtenidos por los numerosos canales que rodean la ciudad.
El perímetro de las murallas españolas corresponde esencialmente a lo que ahora se conoce como la "Cerchia dei Bastioni" ("Anillo del Bastión").
Stendhal ha descrito este paseo en su diario Roma, Nápoles y Florencia; en ese momento, un transeúnte podría ver el Duomo desde cualquier lugar de las paredes.
Cuando Milán fue anexada al Imperio napoleónico, el gobernador Francesco Melzi d'Eril ordenó la demolición de las murallas españolas y reemplazó las puertas originales.