Monopolio comercial español

La causa de ello radico primeramente a motivos militares de la Casa de Austria (con el Sistema de flotas y galeones) frente a los innumerables conflictos europeos e inter-coloniales en las que participaba España (y los respectivos embargos que había entre países, junto a los intentos de sabotaje comercial, como la piratería) para custodiar la defensa del libre tráfico comercial entre la metrópoli y ultramar a través de puertos autorizados,[1]​[2]​[3]​ posteriormente porque la Corona (mayormente los Borbones) buscaba aumentar su riqueza gracias a los metales preciosos (oro y plata) del Nuevo Mundo y al mercado cautivo que conseguía para sus productos, siempre y cuando lograra mantener un estricto monopolio que obligara a comerciar solamente con España.

[5]​ Los portugueses, flamencos, italianos, entre otras nacionalidades dentro del Imperio español en Europa, no se les permitía tampoco la participación en el comercio con las Indias, puesto que el monopolio proscribía el comercio con extranjeros y estos no tenían la nacionalidad del Reino de Castilla y León (quien tenía la jurisdicción política sobre las Indias).

[6]​ Siendo así que se dio garantía a los aragoneses para viajar, residir, tratar y contratar en las Indias; así como a los navarros de poder poseer, bajo sus propios términos, prebendas y beneficios eclesiásticos en las Indias.

[7]​ A fines del siglo XVII, la corona empezó a permitir el desarrollo del aporte comercial de los canarios en América (resaltando principalmente las Antillas españolas y especialmente la Capitanía General de Venezuela).

[8]​ Fue también en este reinado donde las Indias fueron vislumbrados como un importantísimo mercado cuyo potencial completo aún no había logrado aprovecharse; este "redescubrimiento de América" sería continuado con los Borbones y su deseo de explotar todas las dimensiones y posibilidades comerciales del Nuevo Mundo.

Durante toda la crisis sucesoria, los comerciantes franceses ingresaron al Pacífico y dominaron los mercados coloniales hasta 1724,[9]​ mientras que la flota francesa solía escoltar a la Flota de Indias en el Atlántico para proteger el contacto con América (debido al desastre de Vigo), otorgándole una preponderancia superior a la española.

[2]​ En el año de 1718, a través de la concesión del Reglamento de Comercio para el comercio con América, se permitió, otra vez, que las Islas Canarias pudieran negociar 1000 toneladas con América (puesto que ya se le habían autorizado 400 toneladas para comerciar con Puerto Rico), importándose, a América y la Península, cueros, orchilla, pez, maderas, azúcar y otros productos canarios.

Estas políticas comerciales buscaban el desarrollo de un mercado más inclusivo que lograse integrar a las regiones americanas marginales, así como Filipinas, en el comercio internacional; así como reducir la piratería y el contrabando de los franceses, holandeses e ingleses.

La liberalización continuó con el reglamento de 1774 por el que se permitía el libre comercio entre los puertos americanos.

En América se autorizaron nueve puertos mayores: La Habana, Cartagena, Montevideo, Buenos Aires, Valparaíso, Concepción, Arica, Callao y Guayaquil y también trece menores que fueron Puerto Rico, Santo Domingo, Montecristo, Santiago de Cuba, Trinidad, Margarita, Campeche, Santo Tomás de Castilla, Omoa, Santa Marta, Río de la Hacha, Portobelo y Chagres.

En 1770 el libre tráfico comercial fue autorizado para las Antillas, se permitió comerciar con Perú y Nueva Granada.

Si bien en términos generales el comercio aumentó, las colonias se vieron sumidas en una balanza de pagos negativa.

[20]​ Con ello culminó el proceso de librecambio iniciado en 1765, con un mercado libre que abarca casi toda América y conecta Europa con Asia.