Según su teoría, cuando una unidad monetaria depreciada está en circulación simultáneamente con otras monedas cuyo valor no se ha depreciado en relación con el de un metal precioso, las monedas depreciadas y, por tanto, menos valiosas, serán las que circulen, la «buena» se ahorrará y a largo plazo, desaparecerá de las transacciones.
Gresham realizó sus observaciones sobre el mal y el buen dinero mientras estaba al servicio de la reina Isabel, con respecto a la pobre calidad observada del acuñamiento británico.
Gresham también hizo su comparación de buen y mal dinero cuando el metal precioso en la moneda era el mismo, aunque no comparó plata con oro ni oro con papel moneda.
Si bien la teoría fue atribuida a Gresham, esta ley es, de hecho, más antigua: Nicolás Oresme demostró su mecanismo en 1371[1] y Aristófanes ya la había evocado en su comedia Las ranas.
[2] Otro antecedente fue el tratado Monetae cudendae ratio (1519) de Nicolás Copérnico, en el cual Copérnico escribió que la «mala (envilecida) moneda lleva fuera de circulación a la buena (no envilecida) moneda».