En ella se dice que en la era 972, es decir, en el año 934, reinando el príncipe Ramiro II (931-951) y siendo conde de Castilla Fredenandus, (Fernán González), Oveco Díaz y su esposa Gutina junto con sus hijos donan al abad del monasterio de San Pelayo, Pedro, en remisión de sus pecados, unas tierras que se extienden hasta Cevico.
Todo parece indicar que pertenecía a la orden de San Benito.
Con la Desamortización de Mendizábal el edificio quedó abandonado y en progresiva ruina.
Además, fue acondicionada la planta alta como zona de alojamiento con dieciséis dormitorios para acoger a los grupos de trabajo, pintores, científicos, pensadores y músicos que concurran a los encuentros formativos previstos en el antiguo monasterio.
Las actuaciones proyectadas por la Fundación Siro, ordenaron los espacios resultantes en torno a los dos patios.