Sin embargo, cuando los residentes fueron al lugar de la caída no encontraron restos del impacto, por lo que se olvidó el suceso.
Posteriormente, durante la siega de la cebada, un segador encontró una piedra parcialmente enterrada de forma cuadrangular, color negruzco y un peso extraordinario que no se parecía a piedra alguna que hubieran visto en aquellos parajes.
El meteorito, después de ser enviado a un museo científico, se fragmentó en dieciséis trozos.
En 1863 la reina Isabel II aceptó donar el fragmento más grande (112,5 kg) al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, donde se exhibe desde entonces.
[2] El olivino (Fa18.5), el ortopiroxeno (Fs17.1Wo1.6) y el hierro total (21,1% en peso) indican que este meteorito es miembro del grupo de las condritas ordinarias H (ricas en hierro).