Muchas han desaparecido y otras se encuentran ocultas en la bibliografía que duerme en los escaparates de las bibliotecas.
Se encontraba en los bosque o parajes despoblados en el camino a los llanos de Casanare.
[4] También lleva este nombre una roca que halló el Barón de Humboldt en las Bocas del río Meta.
Con la ayuda del cura doctrinero y las autoridades coloniales, el acaudalado señor X se dio a la tarea de levantar el velo de misterio que cubría la inmensa mole sobre la cual se leía esta frase, cortada en dos renglones: Sería un tesoro enterrado?
Cuál sería la sorpresa cuando en la otra cara de la roca, oculta por muchos años, los presentes leyeron con claridad: El Emperador Carlos V o el Rey Felipe II habrían regalado sendos retratos sagrados a las poblaciones de Sogamoso y Monguí.
Sin importarles los esfuerzos humanos, con la velocidad del rayo, las imágenes huían en la noche y la mañana siguiente reaparecían bajo el techo de su predilección.
El Diccionario Geográfico Universal, por una sociedad de literatos, dedicado a la Virgen Nuestra Señora Q(ue) D(ios) G(uarde), publicado en Barcelona (1833), sostiene en la página 148 del tomo IX, que el Emperador Carlos V obsequió a la iglesia parroquial de Sogamoso un retrato al óleo de San Sebastián, santo al cual estaba dedicada la ciudad[10] Sin embargo, la tradición lugareña sostiene que el óleo obsequiado era el retrato de la Virgen María, y el San Sebastián estaba destinado a la iglesia doctrinera de Monguí, donde haría compañía a otro mártir, San Lorenzo.
Así, un día la Virgen hizo el milagro de aparecer en Monguí, dejando a San Sebastián en Sogamoso.
Por su parte, San Sebastián no tuvo otro remedio que acatar a la Madre de Dios y aún se le podía ver en la iglesia parroquial hasta comienzos del siglo XIX.
En estos casos, si fallaban los exorcismos del párroco vecino, no había nada mejor que unos cuantos baldados de agua fría.
Estas versiones varían muy poco en su forma y mantienen su fondo, igual que en otros municipios boyacenses como Macanal.
Ya lo afirmaban a finales del siglo XIX los sogamoseños ante la perspectiva de que hasta sus lares llegara el ferrocarril: "¡Abrid paso al progreso!...
Ya se habían olvidado las andanzas del fantasma de los zancos, bien entrado el siglo XX, cuando un espectro amedrentaba a los viandantes con sus gemidos.
[20] Notable ganadero, que se hizo a pulso en las faenas de los llanos casanareños, Don Jesús Bernal contrajo tres matrimonios y dejó una numerosa prole.