El término microgravedad (también µg, referido a menudo por el término entorno micro-g) es más o menos un sinónimo de ingravidez y cero-G, pero indica que las fuerzas G no son absolutamente cero, solo muy pequeñas.
Aunque la fuerza de gravedad de un cuerpo se hace más pequeña conforme nos alejamos de él, ésta tiene un alcance infinito y estamos rodeados de objetos con grandes masas, como planetas, estrellas (incluido el Sol), o la Vía Láctea, por lo que para experimentar un estado de microgravedad estacionaria, es decir, sin moverse respecto a la masa o masas centrales que ejercen gravedad y siendo las fuerzas gravitatorias realmente cercanas a cero, lo que permitiría realmente encontrarse casi en reposo en el espacio, se requeriría viajar hasta el espacio intergaláctico.
Mientras en la superficie se cuenta con el suelo inmóvil como referencia frente al resto de objetos que son acelerados por la gravedad, la situación en una órbita es equivalente a caer sin nunca llegar a tocar el suelo.
Este es el más simple en su concepción, pero requiere viajar una distancia enorme, haciéndolo muy impráctico.
Vistas estas circunstancias, resulta casi imposible encontrarse en un entorno real de microgravedad estacionaria, porque la distancia que se debe alejar un objeto de la Tierra, el Sol o la Vía Láctea para que sus efectos gravitatorios sean despreciables es extremadamente alta.