Matrimonio en la Iglesia católica

En la Iglesia católica, el matrimonio es considerado una íntima comunidad de vida y amor creada por Dios y regida por sus leyes, que se establece sobre la alianza de los cónyuges, es decir, sobre su consentimiento irrevocable.Las únicas diferencias notables entre ambas definiciones pasan porque el código canónico omite la referencia a la palabra "amor", quizá por entenderlo como un término ajurídico o indeterminado.Cuando el matrimonio se celebra entre bautizados (católicos o no, pues el código no añade tal exigencia), es elevado a uno de los siete sacramentos de la Iglesia católica.Una primera corriente, más tradicional, lo califica como contrato, en tanto que se basa en el libre consentimiento de las partes.Sin embargo, esta definición no es del todo satisfactoria porque las partes no determinan el contenido del matrimonio, como en un contrato normal, sino que ese contenido viene predefinido y los cónyuges se adhieren a él.Debido a esa limitación, otra parte de la doctrina lo define como una institución,[3]​ es decir, un sistema de vinculaciones jurídicas preestablecidas con una finalidad determinada y a la que los cónyuges deciden adherirse libremente, aceptando todas sus consecuencias.En el Evangelio, Jesucristo se pronuncia en contra del repudio permitido por la Ley mosaica (cf.Los encratitas despreciaban el matrimonio y sostenían que todo cristiano debe guardar continencia.Los autores cristianos acentúan el bien de la procreación al salir en defensa del matrimonio.El pecado original no ha destruido esa bondad originaria, aunque ha dado origen a la «concupiscencia», que de tal manera afecta el ejercicio de la sexualidad que se hace verdaderamente difícil subordinar esa actividad a la recta razón.Los autores no concuerdan en la interpretación que se debe dar a estas afirmaciones.Como ha señalado el historiador Louis Duchesne, la Iglesia «modificaba en este tipo de cosas solo lo que resultaba incompatible con sus creencias».[4]​ También se abre paso la consideración del matrimonio como un estado de vida bendecido por Dios.En la Edad Media la Iglesia católica se esfuerza en dar respuesta a los grandes interrogantes del momento, planteados, sobre todo, por las corrientes que renovaban las antiguas doctrinas gnósticas (valdenses, cátaros, albigenses), y también por el permisivismo sexual a que llevaba el ideal del amor puro y romántico —con exclusión de la procreación— que cantaban los trovadores.Los dos primeros determinan la bondad natural del matrimonio, de tal manera que lo hacen perfecto en su orden.Es significativa la aportación del movimiento matrimonial «Equipos de Nuestra Señora» dirigido por H Caffarel.Mientras que los diferentes estados fueron estableciendo su supremacía legal en cuanto a la celebración, registro y legislación en relación con el matrimonio, la Iglesia católica defendió su derecho a legislar y disponer en relación con el sacramento.En especial se han producido conflictos entre estados seculares e Iglesia católica en relación con la cuestión del divorcio (ver abajo).Parece claro, en los escritos de los padres, que quien había sufrido adulterio podía repudiar a su cónyuge.Por ello, el Concilio de Trento afrontó el tema: "Si alguno dijere que la Iglesia se equivoca cuando enseñó y enseña que, conforme a la doctrina del Evangelio y los apóstoles, no se puede desatar el vínculo del matrimonio, por razón del adulterio de uno de los cónyuges... sea anatema" (Denzinger 977).En caso de que este sacramento no haya sido tal, puede ser declarado nulo luego del juicio debido.Aunque aún es un tema debatido, en occidente se considera que los ministros son los contrayentes mismos, siendo el clérigo un testigo que recibe, en nombre de la Iglesia, el consentimiento del esposo y esposa.La Iglesia católica solo permite acceder al matrimonio a las personas que cuenten con los sacramentos del bautismo, comunión y confirmación; además de que no consten con impedimentos como por ejemplo ser demasiado jóvenes, sufrir de impotencia o tener parentesco.
Desposorios de la Virgen. Obra de Rafael , de 1504.