[4][5][2][6] La fecha es rememorada todos los años por organizaciones de trabajadores, quienes colocan ofrendas florales y cruces en el Río Guayas en honor a los asesinados.
Los sectores sindicales de Guayaquil se unieron a la huelga en días posteriores.
[3] La cifra total de participantes en la marcha se calcula entre 5.000 y 30.000 personas.
El gobernador de la provincia aceptó la petición, por lo que los manifestantes se dirigieron al cuartel de policía, ubicado en las calles Cuenca y Chile, sitio en que se encontraban los detenidos.
[11] Según una versión de los hechos, cuando la marcha llegó a las inmediaciones del cuartel los policías dispararon contra los huelguistas, entre los que había mujeres y niños,[15][16] pensando que planeaban tomarse el cuartel.
[2][10][17] Los intentos de los manifestantes por defenderse fueron inútiles, tomando en cuenta que el ejército no sufrió bajas.
Luego de perpetrada la masacre, según relató Capelo, las mismas personas aplaudieron a los militares mientras recorrían las calles aún ensangrentadas.
[9][4] El régimen de Tamayo ubicó la cifra en 10 muertos, mientras líderes sindicales contaron 90.
[11] La mayoría de los muertos fueron llevados al Hospital General, la Clínica Guayaquil, la Clínica Parker y el Cementerio General de Guayaquil, donde fueron enterrados en una fosa común y donde se impidió la entrada a muchos familiares, que habían llegado a reconocer los cuerpos.
[2] Esto fue corroborado por el escritor guayaquileño Joaquín Gallegos Lara, quien contaba con 13 años al momento de la masacre, y que en una carta a la política Nela Martínez afirmó también que varias de las personas arrojadas a la fosa común aún estaban con vida, pero que los militares impidieron ayudarlos y los enterraron junto a los demás.