María Teresa de Saboya-Carignano

La princesa era vista como una dama demasiado joven para el puesto, lo cual podría suponer una ofensa para quienes llevaban más tiempo en la corte, si bien la reina decidió entregarle el cargo a modo de recompensa por su amistad.

[2]​ La princesa de Lamballe fue descrita como orgullosa, sensible y con una delicada pero irregular belleza.

María Teresa sufría de lo que fue descrito como «nervios, convulsiones, desmayos», pudiendo llegar a permanecer inconsciente por varias horas.

[2]​ El puesto de superintendente requería que la princesa confirmase todas las órdenes relativas a la reina antes de ser ejecutadas, mientras que todas las cartas, peticiones o memorandos debían pasar por sus manos.

Este puesto provocó gran envidia y ofendió a numerosos cortesanos debido al privilegio que suponía para quien lo ocupaba.

Cuando María Teresa se negó y declaró que si no disponía de todos los privilegios del puesto lo abandonaría, el salario le fue otorgado por la propia reina.

[2]​ Famosa por ser favorita de la reina, María Teresa era recibida casi como un miembro de la realeza cuando viajaba por todo el país durante su tiempo libre, llegando a tener varios poemas dedicados a su persona.

Creo que siempre será bien tratada por la reina, pero ya no poseerá más su entera confianza», mientras que en el mes de mayo escribió: «Peleas constantes, en las cuales la princesa parece estar siempre equivocada».

[2]​ En 1778, María Antonieta dio a luz a su primera hija, María Teresa, la princesa estuvo presente durante el alumbramiento en los aposentos de la reina y miró horrorizada cuando la reina estuvo a punto de morir asfixiada en el insoportable calor que envolvía la habitación, cuando la recién nacida fue puesta en brazos de las institutrices, María Teresa pudo ver a la hija de la soberana diciendo: "C'est tellement beau."

Aunque según otros testimonios, Lamballe se desmayó y fue socorrida por los presentes cuando miró a la reina perder el conocimiento.

[2]​ Durante el famoso asunto del collar, la princesa fue vista en un infructuoso intento por visitar a Jeanne de la Motte, por aquel entonces encarcelada en La Salpêtrière.

La princesa y Madame Isabel, hermana del rey, compartieron los apartamentos del Pavillon de Flore en las Tullerías, en la misma planta que los aposentos de la reina, y salvo algunas breves visitas a su suegro o a su villa en Passy, María Teresa se estableció con la familia real permanentemente.

En las Tullerías, los entretenimientos y rituales típicos de la corte fueron hasta cierto punto reinstaurados.

[2]​ María Teresa apoyó a su cuñada la duquesa de Orleans cuando esta solicitó el divorcio, lo cual fue visto como motivo de discordia entre la princesa y el duque de Orleans, en consecuencia Lamballe sería extremadamente odiada por su cuñado , el cual la ignoraría y la tratara de una forma fría, aun así ella ya se había ganado su desconfianza desde hacía años solo por haber sido tan cercana a la reina.

[2]​ Al día siguiente, cuando la familia real ya había partido, la princesa recibió una nota de la reina en la que le hablaba sobre la fuga y le instaba a reunirse con ella en Bruselas.

[2]​ Durante su estancia en el extranjero, la princesa mantuvo correspondencia con María Antonieta, quien le pedía insistentemente no volver a Francia.

[2]​ Madame de la Rochefoucauld, testigo del acontecimiento, escribió: «Estaba en el jardín, lo suficientemente cerca para ofrecer mi brazo a Madame la princesa de Lamballe, quien era la más pesimista y asustada del grupo; lo tomó.

[...] Madame la princesa de Lamballe me dijo: "no volveremos nunca al palacio"».

[2]​ Durante su estancia en el habitáculo reservado para los escribanos en la Asamblea Nacional, la salud de la princesa empeoró y debió ser conducida al convento de los Feuillants; María Antonieta le pidió no regresar, si bien María Teresa decidió volver con la familia real tan pronto empezó a sentirse mejor.

[6]​ Durante las masacres de septiembre, las prisiones fueron atacadas por los habitantes, siendo los prisioneros conducidos ante tribunales improvisados compuestos por ciudadanos revolucionarios, quienes los juzgaron y ejecutaron sumariamente.

Según informes, varios agentes enviados por su suegro deseaban que la princesa prestase juramento para salvar su vida, tras lo cual añadió: -No tengo nada más que decir; me es indiferente morir un poco antes o después; he hecho el sacrificio de mi vida.

[2]​ Algunos informes, por ejemplo, sostienen que María Teresa fue violada y sus pechos cortados junto con otras mutilaciones corporales.

[14]​ De Lamballe fue escoltada por dos guardias hasta la puerta del patio donde la masacre tuvo lugar; durante el trayecto, los agentes enviados por su suegro la siguieron y la alentaron nuevamente a prestar juramento, pero aparentemente sus palabras no fueron escuchadas.

[2]​ Cuando se abrió la puerta y la princesa vio varios cadáveres ensangrentados en el suelo del patio, gritó, según informes, «¡horror!» o «¡estoy perdida!», cayendo hacia atrás y siendo empujada por los guardias hacia la muchedumbre.

[2]​ Según informes, fue inicialmente golpeada en la cabeza con una pica por un hombre, lo que provocó que su pelo cayese sobre sus hombros y dejase al descubierto una carta de María Antonieta que la princesa había ocultado entre sus cabellos; fue entonces golpeada en la frente, a consecuencia de lo cual empezó a sangrar, luego fue brutalmente golpeada y arañada, siendo rápidamente apuñalada con cuchillos, sables, espadas, bayonetas y lanzas hasta la muerte por la turba.

Tras su muerte, su cadáver fue, según informes, desvestido, eviscerado y decapitado, siendo su cabeza clavada en la punta de una pica.

[11]​ Tras esto, la cabeza fue colocada nuevamente en la pica y situada frente a la ventana de María Antonieta en el Temple.

[15]​ La turbamulta pidió que se le permitiese acceder al Temple para mostrar la cabeza de la princesa a María Antonieta en persona, pero los oficiales los convencieron de no irrumpir en la prisión.

[2]​ En su biografía histórica sobre María Antonieta, Antonia Fraser sostiene que la reina no llegó a ver la cabeza de María Teresa, pero sí era consciente de lo que estaba ocurriendo.

[14]​ Mientras que el estado del cadáver no es descrito, no existen pruebas que indiquen que el mismo hubiese sido desmembrado o siquiera desvestido: el informe cuenta con un registro de todo lo que la princesa llevaba en sus bolsillos al momento de su muerte, especificando que el cuerpo decapitado fue entregado completamente vestido en una carreta a las autoridades en vez de haber sido descuartizado y arrastrado por las calles, tal y como afirmaban las historias sensacionalistas, pese a los testimonios que afirmaron ver el desfile con el cadáver desmembrado de la princesa siendo arrastrado por la turba detrás de su cabeza clavada en una pica.

Retrato de María Teresa, princesa de Saboya (1756).
Retrato de la familia del duque de Penthièvre, por Jean-Baptiste Charpentier (1768). De izquierda a derecha: Luis Juan María de Borbón, duque de Penthièvre; su hijo Luis Alejandro de Borbón, príncipe de Lamballe; su nuera María Teresa, princesa de Lamballe al centro; su hija Luisa María Adelaida de Borbón, futura duquesa consorte de Orleans detrás de la princesa; y su madre María Victoria de Noailles , condesa de Toulouse y marquesa de Gondrin
Retrato de la princesa de Lamballe, por Antoine-François Callet (1776).
Retrato de la princesa de Lamballe, por Marie-Victoire Lemoine (1779).
Retrato de la princesa de Lamballe, por Anton Hickel (1788).
Miniatura de la princesa de Lamballe, por Johann Julius Heinsius (1791).
Condena de la princesa de Lamballe . Grabado de Samuel Sartain a partir de una obra de Louise Desnos (1849)
Retrato de la princesa de Lamballe en la prisión de La Force el día de su muerte, por Gabriel (3 de septiembre de 1792).
Asesinato de la princesa de Lamballe , por Pierre Méjanel (1886).
El suplicio de la princesa de Lamballe , por Gaetano Ferri (siglo XIX ).
Muerte de la princesa de Lamballe , por Leon Maxime Faivre (1908).