Era muy unida a su hermano, Fernando II, que la llamaba cariñosamente "Totò", así como por su cuñada María Cristina de Saboya, que llegó a la corte napolitana en 1832.
Se establecieron en Florencia donde tuvieron diez hijos: Desde alrededor de 1848/49 también pudo influir políticamente en su marido, hablando a favor de una estrecha conexión entre Toscana y Austria.
Ella y su familia se refugiaron en la hospitalidad del emperador Francisco José I de Austria-Hungría, que se hizo cargo desde ese momento de la familia real Toscana (en parte debido a que ellos formaban parte de la familia imperial, al descender del emperador Leopoldo II).
Como viuda, nunca llevó una vida solitaria y la vivaz dama condujo hasta su hijo, Luis Salvador, que vivía en Mallorca, cuando ella era mayor.
El hecho de que su hijo favorito, Juan Orth, estuviera desaparecido desde 1890 la sacudió y eclipsó su vejez; ella nunca pudo aceptar su muerte.