[1] En 1665 marchó a Filipinas, donde misionó entre los tagalos en Bataan y Zambales.
Para ello, el cabildo catedralicio había reunido treinta mil pesos de plata para la construcción.
Sus intereses económicos y su carácter altivo lo enemistaron rápidamente con los sucesivos gobernadores del Tucumán, con la Compañía de Jesús, con su propio cabildo eclesiástico y con el Cabildo de Córdoba.
[3] Reclamó a los jesuitas el pago del diezmo por sus propiedades, que estaban beneficiadas con una quita parcial de ese impuesto eclesiástico.
Cuando la Real Audiencia de Charcas le ordenó volver todo al estado anterior, se negó a reconocer la validez de los documentos y excomulgó a los escribanos que los certificaban.
Gracias a sus contactos en la corte real logró el desplazamiento del gobernador Zamudio, pero su sucesor, Gaspar de Barahona, informó generosamente al Rey los excesos del obispo, incluidas veladas acusaciones de amancebamiento contra el mismo obispo.