Manuel María Lombardini

Combatió a los estadounidenses en la segunda campaña de Texas bajo las órdenes del general Nicolás Bravo en octubre de 1836; dos años después, peleó contra los franceses en la guerra de los Pasteles, marchó a Veracruz y después a Tuxpan con la fuerza que mandaba el general Cos; fue hecho prisionero cuando este jefe perdió contra los jefes federalistas Urrea y Mejía.

Los muelles y los diques de los puertos serían construidos por la compañía mixta de Sloo, el gobierno percibiría durante cincuenta años el 20% de los rendimientos líquidos del camino, al terminar este período, la infraestructura pasaría a ser parte del gobierno mexicano.

Adicionalmente se construirían faros en Acapulco y en el arrecife Alacranes.

Todos los pueblos del mundo tendrían tránsito libre, pagando un aumento los que no celebrasen tratados con México.

El nuevo presidente Lombardini recordó varias disposiciones referentes al estanco del tabaco.

En lo militar, Lombardini convirtió en cuerpo permanente el batallón cívico Bravos, dispuso el restablecimiento de los batallones activos de Querétaro, Aguascalientes, Guanajuato, Guadalajara, San Luis Potosí y Morelia e invitó a muchos militares que habían sido olvidados, a participar en su administración.

Con excepción de Sonora, Guerrero, Guanajuato y Baja California; todo el país estaba invadido por los revolucionarios.

Lucas Alamán escribió una carta a Antonio López de Santa Anna, en la que establecía los principios que a su juicio debían fundamentar el proyecto político de los conservadores.

Lombardini aprobó los razonamientos de Alamán y preparó una farsa electoral para legitimar el retorno del caudillo.

Durante su administración, Lombardini trabajó solamente en prepararle el terreno a Santa Anna para cuando llegara a gobernar nuevamente; quién ejerció mucha influencia en las decisiones que tomó el presidente provisional durante su administración.

Cuando Santa Anna llegó a México y desembarcó en Veracruz; Lombardini envió tropas para recibirle.

Lombardini emitió un último decreto mediante el cual designó a Santa Anna capitán general de mar y tierra, con mando absoluto.

Al llegar Santa Anna a la capital el 20 de abril; Lombardini decretó la ceremonia para darle posesión a la presidencia de la República y mandó a sus oficiales mayores para recibirle hasta la villa de Guadalupe; quienes lo condujeron hasta Palacio Nacional donde Lombardini le entregó el poder.

Como siempre se distinguió por su lealtad, fidelidad y amistad hacia Santa Anna, éste hizo que fuera enterrado con honores en la Iglesia de San Francisco, años después fue sepultado en el Panteón de San Fernando.