Resiste asombrosamente bien el frío, aunque no tanto el calor, sobre todo si recibe sol directo, a diferencia de su pariente, la Mandragora autumnalis.
Los indios americanos utilizaron la raíz como un laxante fuerte, para tratar gusanos, parásitos y para numerosas otras cosas.
La Mandragora officinarum tiene una larga historia de uso medicinal, aunque la superstición ha jugado un papel importante en los usos a los que se ha aplicado.
La raíz fresca o seca contiene alcaloides altamente venenosos, entre ellos la atropina, hiosciamina, escopolamina, escopina y cuscohigrina.
En cantidades suficientes, induce a un estado de olvido y fue utilizado como un anestésico para la cirugía en la antigüedad.
[3] En el pasado, el jugo de la raíz finamente rallado se aplicaba externamente para aliviar dolores reumáticos.