Por esto es imposible distinguir con precisión esta virtud de cualquier otra existente en grado eminente.
Es el mejor apoyo de la esperanza y la resistencia más eficaz contra la desesperación.
Sus extravíos dan en las ridiculeces o verdaderas locuras de la soberbia.
Pero en sí la magnanimidad es singularmente opuesta a las manifestaciones viciosas conocidas con el nombre de vanidad, porque el mismo aspirar a grandes cosas hace que el magnánimo no pueda atender a procurarse las pequeñas satisfacciones del amor propio en el trato de las gentes; pero siempre corre el peligro de aparecer vano, sobre todo a ojos de los que lo son.
Santo Tomás ha hablado largamente de esta virtud (Summa Theologiae 2.